domingo, 9 de agosto de 2009

BLAS INFANTE VII




EL FIN DE BLAS INFANTE.

El día 14 de julio de 1936, se colocó la bandera de Andalucía en el ayuntamiento de Sevilla. Fue uno de los últimos lugares donde se hizo, nadie pensaba que pudiera pasar lo que pasó, tan sólo cuatro días más tarde. Todavía resonaban los aplausos y los ¡“VIVA ANDALUCÍA LIBRE”! , los gritos de la gente, que se reunieron en la Plaza Nueva de Sevilla, cuando la plaza, y toda la ciudad se llenó de los terribles ruidos que presagiaban muerte y destrucción: los de las bombas, los disparos y los cañonazos.
Fue uno de los días más tristes y más negros de toda la Historia de España. Aquel 18 de julio que España diera un paso atrás, de cuarenta años, expulsó la Democracia, y borró a todas las autonomías, e impidió que naciera la andaluza, que tan a punto estaba.

Frente a personas que eran capaces de darlo todo por los demás, sin pedir nada a cambio, como Blas Infante, estaban los que buscaban poder y riquezas, aunque que para ello fuese preciso sumir en la desgracia y la ruina ( nuevamente) y asesinar a miles de seres humanos, como en realidad sucedió.
Ese fue el triste destino de toda España desde aquel día; dos extremos opuestos que han estado siempre presentes en su Historia, y en la de otras naciones y países del mundo:
Ambición y Poder, que en aquella ocasión fue el causante del retraso general de nuestra Autonomía.


Desde varias semanas antes, un grupo de generales, habían estado preparando en secreto un golpe de Estado, para derrocar al gobierno que el Pueblo había votado. El 17 de julio, los militares se adueñaron de Melilla, desde donde prepararon el asalto a la península.
Entonces el norte de Marruecos pertenecía a España, y el sur a Francia; era una especie de colonia de las que abundaban en África, Asia y Oceanía. El Gobierno no le dio importancia, no tomaron las medidas adecuadas para contrarrestar la actitud de los generales rebeldes, y éstos tuvieron “ las manos libres”. Al día siguiente, el general Queipo de Llano, se apoderó de la guarnición de Sevilla.

Era sábado, el primero que no se trabajaba por la tarde, el general aprovechó la oportunidad, y ocupó las fábricas militares. Los obreros ofrecieron resistencia, pero estaban mal armados y peor preparados, y sucumbieron. Al cabo de unos días, Queipo, se había adueñado de Sevilla, entonces entró el ejército de África, mandado por el general Franco.

Sólo a partir de ese momento, reaccionó el Gobierno, pero ya era tarde: los militares rebeldes llamaron al levantamiento “Alzamiento” y Movimiento Nacional”.
Comenzó entonces una guerra civil, una guerra entre españoles, que duró tres años.
Al final, el ejército dirigido por Franco, ocupó toda España, había impuesto una dictadura que duró hasta su muerte a finales de 1975.
Durante todo este tiempo las autonomías estuvieron prohibidas.

Las guerras civiles, como es sabido, son las más sangrientas y crueles, porque en ellas se enfrentan amigos, conocidos, y hasta familiares, y se desatan odios y rencillas personales. En la guerra civil española, como en cualquier otra, ocurrieron muchas desgracias fuera del campo de batalla.

En Sevilla y sus alrededores, fueron detenidas muchas personas, como en tantos otros lugares de España los primeros días, entre ellos Blas Infante.
Él creyó que este golpe de Estado no sería mucho más grave que el de Primo de Rivera, y permaneció en su casa, ya que no podía continuar con su labor en defensa de la Autonomía. Se equivocó, quizás se debería haber escondido, como le aconsejaron, pero el decía que no había hecho nada malo.
El 2 de agosto de 1936, el sargento Crespo, de los falangistas, y otro individuo, bajo las órdenes del tío de su esposa, Pedro Parias, uno de los dieciséis gobernadores que tuvo Sevilla, y partidario del Régimen, fueron a su casa en Coria del Río, la rodearon, entraron, y se lo llevaron detenido, requisando el aparato de radio y el altavoz, de su propiedad, objetos que después de asesinado Blas Infante, les fueron devueltos a su esposa.
Hay que decir en tono sarcástico, que aunque fuesen asesinos, al menos no eran ladrones.

Estaba decidido: Francisco Franco Bahamonde, General en Jefe del Régimen Fascista, Generalísimo de todos los Ejércitos, y uno de los MAYORES ASESINOS que ha dado la Historia, decidió que debía permitir que se acabara con la vida de un Hombre Bueno y Honrado, como con tantas vidas más de Hombres y Mujeres Buenos-as, y Honradas-os.

Estaban dispuestos a asesinarle en ese mismo momento, entre Coria del Río y Sevilla. La intervención del nuevo alcalde, que, aunque nombrado por los golpistas, consideraba que debían dejarlo libre, lo impidió. Tanto el alcalde como algunos militares que se interesaron por él, fueron amenazados si seguían defendiéndole.

Le encerraron en una cárcel provisional que habían habilitado en un cine que había en la Plaza de Jáuregui, en Sevilla, junto con más personas detenidas como él. Todos los días se llevaban a varios que ya no volvían.

La madrugada del 10 al 11 de agosto, le sacaron a él junto a varios detenidos, por el camino los iban bajando del camión en que los transportaban, y luego les disparaban ya junto a la carretera, y los dejaban allí.
El camión tomó la carretera que iba de Sevilla a Carmona, y en el kilómetro cuatro lo hicieron bajar, cerca de una curva, a la puerta de un cortijo usado como institución benéfica para niños necesitados, llamada La Gota de Leche, en la huerta de las monjas clarisas (actualmente convertido en hotel).

Le ordenaron que avanzara; esto lo hacían para dispararles por la espalda, para que pareciese que el prisionero había intentado escapar.

Blas Infante se negó a andar y al oir cómo sus asesinos cargaban las armas, gritó:
¡VIVA ANDALUCÍA LIBRE!

¡Ese grito hoy en día aún resuena en los oídos de los andalucistas que nos reunimos en el lugar cada 11 de agosto a conmemorar su muerte.

Le dejaron allí, en la cuneta, y sin preocuparse por él, siguieron su camino, para ir dejando a otros hombres que iban asesinando en otros puntos de la carretera.

Casi cuatro años después de su asesinato, le celebraron un juicio, y le condenaron.
La sentencia emitida el 4 de mayo de 1940, daba por sentado que el hecho de haberle matado, era una prueba en su contra, y se le impone una multa de 2.000 pesetas que tuvo que pagar su viuda, “por haber pertenecido a un partido andalucista o regionalista andaluz”.
Publicado por Guardiana de la Vega en 2:23 6 comentarios
Etiquetas: El asesinato

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