UN MÁRTIR QUE LEVANTÓ A ANDALUCÍA.
Hace catorce siglos que San Hermenegildo, Rey de la Bética visigoda, fue decapitado por orden de su padre, el rey Leovigildo.
Hay diversas opiniones que señalan el año 586 como el de su muerte, otras, el 585, sin embargo, según la enciclopedia de “Historia de Andalucía”, señala que fue el 583. También se cree que fue asesinado en Tarragona, y quienes piensan que el martirio sucedió en Sevilla.
Hermenegildo había levantado Andalucía en torno al cristianismo. Hay quien opina que ello no fue si no la expresión de una nobleza hispano-romana, descontenta y ansiosa de preservar su AUTONOMÍA. Se trata pues de la PRIMERA batalla de los andaluces por su IDENTIDAD, como casi siempre mal comprendida por la ceguera del poder exterior.
Cuentan que tenía el Rey de la Bética visigoda, su palacio en lo que hoy son los cimientos del monumento al Sagrado Corazón, dentro de los contornos de San Juan de Aznalfarache, y que incluso cuando se removió el terreno para levantar la obra de Aurelio Gómez Millán, alguien vio restos de tal edificio.
Al volver a Toledo de victoriosas expediciones, Leovigildo convenció a la sociedad visigoda de la conveniencia de asociar a sus hijos Hermenegildo y Recaredo al poder real. Así el futuro héroe católico, se convertiría en Gobernador o Rey subsidiario de la Bética.
La llegada a nuestra tierra de Hermenegildo, se debió a desavenencias surgidas con el otro sector de la familia real.
En Toledo saltó la chispa de este trágico episodio protagonizado por dos mujeres: Goswinda, madrastra y apasionada de la religión arriana, e Ingunda, esposa de Hermenegildo, ferviente católica.
Los esposos fueron mandados a gobernar Andalucía muy jóvenes, ante la imposibilidad de convertir a Ingunda a la religión arriana, a pesar de llegar, incluso a ser arrastrada de los cabellos por Goswinda.
A Hermenegildo le tocó vivir un momento en el que la fe iba a ser bandera cruenta de choques ideológicos, y se vería en la tesitura de elegir entre la tradición que sería su fe, o el sacrificio de su vida.
En Sevilla, Hermenegildo se convierte al catolicismo y se bautiza. La noticia llega a Toledo, y un año después recibe la citación de su padre, con el pretexto de tratar asuntos de Estado. El Rey de la bética no acude a su llamada, provocando con ello la furia y la ira de Leovigildo.
Andalucía hierve congratulada de la conversión de su gobernador a la fe católica, en la que casi todo el mundo cree en la región. Pero la sangre bárbara por un lado, y el instinto histórico por otro, hacen que tanto Leovigildo como Hermenegildo, se armen y busquen a toda prisa alianzas; la guerra se respira.
La Bética y particularmente Sevilla y Córdoba, se habían mostrado desde hacía décadas indómitas al poder de los godos, considerados extranjeros que Andalucía nunca asimilaría.
Leovigildo desplegó una campaña militar contra su hijo, acorralándolo en Sevilla, cuyo asedio duró dos años, tiempo en que el atacante aprovechó para fortificar sus tropas en Itálica, recreciendo sus muros, y desviar el cauce del río Guadalquivir, con objeto de cortar los suministros a la ciudad.
Tras la derrota por su padre de Sevilla, Hermenegildo se dirige a Córdoba, refugiándose en una iglesia de Oseto, sabiendo que su padre respetaría el lugar sagrado, sobre todo por temor a que el alzamiento encabezado por su hijo, moviese al pueblo en una rebelión general.
Entonces, Leovigildo manda a su hijo Recaredo para lograr la rendición del sublevado. Consigue su propósito, y Hermenegildo acude a postrarse ante su padre, vestido con los atributos reales, lo cual le hace encolerizar, y le manda encarcelar.
Algunos autores piensan que Hermenegildo fue trasladado a Sevilla, e incluso que su muerte y martirio se llevó a cabo en el edificio sobre cuya pared , una lápida relata los acontecimientos, y que aún podemos contemplar precisamente junto a la calle Recaredo. Ello convertiría tal emplazamiento en sede de un martirio que daría a la iglesia un santo, pues Hermenegildo sería incluido en el calendario de las fiestas católicas en el siglo XII.
De manos de un ministro de su padre, y por encargo de éste, tras enterarse de que su hijo había rechazado desabridamente la comunión según el rito arriano, la cabeza de Hermenegildo rodó separada de su cuerpo el día 13 de abril, Sábado Santo del año 585 ( ¿583?) . Este muchacho decapitado a la edad de veinte años por su propio padre, daría nombre en 1815 a una Orden Real y Militar, para premiar la dedicación de los militares del Ejército. El epílogo de tan ejemplar como olvidada proeza de lealtad a la religión y ESPÍRITU AUTONOMISTA, la puso la viuda, quien murió en Á frica mientras huía con su hijo a Constantinopla, de donde sería rescatado del emperador griego Mauricio por su abuela Brunequilda.
Ajeno estaba el huérfano a que muchos andaluces rendían culto a su padre como mártir de la fe.
Hace catorce siglos que San Hermenegildo, Rey de la Bética visigoda, fue decapitado por orden de su padre, el rey Leovigildo.
Hay diversas opiniones que señalan el año 586 como el de su muerte, otras, el 585, sin embargo, según la enciclopedia de “Historia de Andalucía”, señala que fue el 583. También se cree que fue asesinado en Tarragona, y quienes piensan que el martirio sucedió en Sevilla.
Hermenegildo había levantado Andalucía en torno al cristianismo. Hay quien opina que ello no fue si no la expresión de una nobleza hispano-romana, descontenta y ansiosa de preservar su AUTONOMÍA. Se trata pues de la PRIMERA batalla de los andaluces por su IDENTIDAD, como casi siempre mal comprendida por la ceguera del poder exterior.
Cuentan que tenía el Rey de la Bética visigoda, su palacio en lo que hoy son los cimientos del monumento al Sagrado Corazón, dentro de los contornos de San Juan de Aznalfarache, y que incluso cuando se removió el terreno para levantar la obra de Aurelio Gómez Millán, alguien vio restos de tal edificio.
Al volver a Toledo de victoriosas expediciones, Leovigildo convenció a la sociedad visigoda de la conveniencia de asociar a sus hijos Hermenegildo y Recaredo al poder real. Así el futuro héroe católico, se convertiría en Gobernador o Rey subsidiario de la Bética.
La llegada a nuestra tierra de Hermenegildo, se debió a desavenencias surgidas con el otro sector de la familia real.
En Toledo saltó la chispa de este trágico episodio protagonizado por dos mujeres: Goswinda, madrastra y apasionada de la religión arriana, e Ingunda, esposa de Hermenegildo, ferviente católica.
Los esposos fueron mandados a gobernar Andalucía muy jóvenes, ante la imposibilidad de convertir a Ingunda a la religión arriana, a pesar de llegar, incluso a ser arrastrada de los cabellos por Goswinda.
A Hermenegildo le tocó vivir un momento en el que la fe iba a ser bandera cruenta de choques ideológicos, y se vería en la tesitura de elegir entre la tradición que sería su fe, o el sacrificio de su vida.
En Sevilla, Hermenegildo se convierte al catolicismo y se bautiza. La noticia llega a Toledo, y un año después recibe la citación de su padre, con el pretexto de tratar asuntos de Estado. El Rey de la bética no acude a su llamada, provocando con ello la furia y la ira de Leovigildo.
Andalucía hierve congratulada de la conversión de su gobernador a la fe católica, en la que casi todo el mundo cree en la región. Pero la sangre bárbara por un lado, y el instinto histórico por otro, hacen que tanto Leovigildo como Hermenegildo, se armen y busquen a toda prisa alianzas; la guerra se respira.
La Bética y particularmente Sevilla y Córdoba, se habían mostrado desde hacía décadas indómitas al poder de los godos, considerados extranjeros que Andalucía nunca asimilaría.
Leovigildo desplegó una campaña militar contra su hijo, acorralándolo en Sevilla, cuyo asedio duró dos años, tiempo en que el atacante aprovechó para fortificar sus tropas en Itálica, recreciendo sus muros, y desviar el cauce del río Guadalquivir, con objeto de cortar los suministros a la ciudad.
Tras la derrota por su padre de Sevilla, Hermenegildo se dirige a Córdoba, refugiándose en una iglesia de Oseto, sabiendo que su padre respetaría el lugar sagrado, sobre todo por temor a que el alzamiento encabezado por su hijo, moviese al pueblo en una rebelión general.
Entonces, Leovigildo manda a su hijo Recaredo para lograr la rendición del sublevado. Consigue su propósito, y Hermenegildo acude a postrarse ante su padre, vestido con los atributos reales, lo cual le hace encolerizar, y le manda encarcelar.
Algunos autores piensan que Hermenegildo fue trasladado a Sevilla, e incluso que su muerte y martirio se llevó a cabo en el edificio sobre cuya pared , una lápida relata los acontecimientos, y que aún podemos contemplar precisamente junto a la calle Recaredo. Ello convertiría tal emplazamiento en sede de un martirio que daría a la iglesia un santo, pues Hermenegildo sería incluido en el calendario de las fiestas católicas en el siglo XII.
De manos de un ministro de su padre, y por encargo de éste, tras enterarse de que su hijo había rechazado desabridamente la comunión según el rito arriano, la cabeza de Hermenegildo rodó separada de su cuerpo el día 13 de abril, Sábado Santo del año 585 ( ¿583?) . Este muchacho decapitado a la edad de veinte años por su propio padre, daría nombre en 1815 a una Orden Real y Militar, para premiar la dedicación de los militares del Ejército. El epílogo de tan ejemplar como olvidada proeza de lealtad a la religión y ESPÍRITU AUTONOMISTA, la puso la viuda, quien murió en Á frica mientras huía con su hijo a Constantinopla, de donde sería rescatado del emperador griego Mauricio por su abuela Brunequilda.
Ajeno estaba el huérfano a que muchos andaluces rendían culto a su padre como mártir de la fe.