sábado, 12 de septiembre de 2009

LAS HABLAS ANDALUZAS

Mientras se decide a poner Internet, he pedido a un amigo que me permita subir esta entrada ; es estupenda, ojalá pudiese hacer público todo el extenso trabajo que ha escrito sobre el tema, que en realidad es un libro que algún día quiere publicar.
Desde aquí le doy las gracias a este maestro e investigador del Andaluz, por habérmela regalado.



Existe en Andalucía un claro problema lingüístico a la hora de la realización práctica de la lengua española en nuestro Territorio. Se trata evidentemente del divorcio existente entre el habla de la calle y la que emplean corrientemente los diversos medios audiovisuales implantados en su inmenso territorio.

No se trata de manifestar desprecio o indiferencia hacia otras formas foráneas de expresión que, incluso, puedan parecer a ciertos oídos más sonoras, austeras, recias o imperiales.
Apelamos sencillamente al uso, sin complejos, de la manera culta de hablar esta variante del español que el Pueblo Andaluz viene empleando tradicionalmente y que los lingüistas consideran más viva, dinámica, economizada y creativa que aquel castellano que nos trajeron, a partir del siglo XII, Fernando III El Santo y sus huestes.

El andaluz universal, Elio Antonio Martínez de Nebrija Cala y Jaraba,“que quiso poner en orden la ruda fabla del medievo español”, afirmaba: “El idioma es instrumento de imperio, el dialecto, afirmación de la personalidad”.

Así como el castellano medieval era lingüísticamente hablando, el más evolucionado de los dialectos peninsulares procedentes del latín, así el andaluz es hoy la avanzadilla de esa evolución que es posible encauzar, pero jamás detener.
El andaluz, como decía el escritor gaditano, Fernando Quiñones, lleva enriqueciendo al español y contribuyendo a desanquilosarlo desde el siglo XVII.
“Mantengamos la unidad pero la uniformidad”, exclamaba el prestigioso escritor y académico , Fernando Lázaro Carreter, ex director de la Real Academia de la Lengua Española.

Ninguna lengua o modalidad lingüística ha de considerarse inferior a otras si cumplen con la alta función de la comuniocación, según afirman afamados filólogos.

El andaluz, en general, ha tenido excelentes oportunidades de enriquecerse históricamente con todos los elementos que han enriquecido a las lenguas: léxico, modismos, ingeniosas comparaciones, giros, sabios refranes que reflejan la forma de ser y del carácter peculiar del Pueblo que los emplea, e hipérboles que han mantenido muchos de nuestros más grandes y universales autores, como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Rafael Alberti, etc, sin olvidar su expansión andaluza hacia las Islas Canarias e Hispanoamérica.

L a belleza de un idioma no está sólo en el vocabulario abundante, sino en la capacidad de innovar con la sintaxis en la mano, como dice el escritor y premio Planeta, Fernando Schwart. Y estas circunstancias se dan precisamente en Andalucía, como defiende también el catedrático José Mondéjar cuando afirma:” La mejor sintaxis del español se conserva en Andalucía”.

El andaluz no es sólo el estudio o la descripción rápida de sus rasgos más característicos como el “seseo”, “el ceceo”, “el lleísmo”, “la alternancia”, “ la aspiración de la s”,”la elisión de la d”, “la aspiración de la “s” final de palabra o sílaba, “el jejeo”, etc, sino el estudio serio de sus fundamentos y contenidos históricos en todos los centros de enseñanza de Andalucía.

En los siglos XVI y XVII, al hablar en andaluz era ya todo un signo de elegancia, distinción y cultura de la sociedad sevillana.
Tal era el prestigio de la Escuela Sevillana, que Fernando de Herrera, “aquél que se burlaba de la sequedad y poca finura de los castellanos viejos”, quiso implantar el andaluz de Sevilla en toda España. Y, según los historiadores de la lengua, no era idea de ningún retrógrado.

¿Qué espera la Administración Autonómica Andaluza para que se estudien regularmente, con toda seriedad y extensión, en todas las escuelas de Andalucía, el origen y la historia de los contenidos lingüísticos que nos hablan de la manera particular de expresarnos, históricamente los andaluces?

Razón más que suficiente tenía el catedrático Adro Xavier cuando dijo:“ La verdadera Historia de Andalucía se debió de haber escrito hace ya muchos años para que el niño andaluz hubiera aprendido a leer sabiendo que era barrunto de un tronco cultural maravilloso, que le impide agachar la cabeza ante la Historia de cualquier otro pueblo.”

Los andaluces conscientes de esta importante seña de identidad del Pueblo Andaluz, esperábamos que en el nuevo Estatuto de Autonomía se hubiera incluido definitivamente con más seriedad, rigor, firmeza, decisión y celo, el reconocimiento institucional expreso y la implantación del estudio histórico y científico de una de las señas de identidad más importantes del Pueblo Andaluz: su variante lingüística, su Habla.

Hasta hoy la Escuela Andaluza ha venido tratando el tema con la mayor timidez e indiferencia y el más despiadado e injustificado desprecio, fruto del trato y de la consideración que ha sufrido tradicionalmente nuestra modalidad lingüística, juzgada siempre bajo el prisma del castellano.
A este respecto el ilustre catedrático andaluz de filología hispánica en la Universidad de Sevilla, Miguel Ropero Núñez, afirma categóricamente: “Filológicamente hablando, es un disparate científico asegurar que en Andalucía se habla el castellano.”
Al mismo tiempo hemos de recordar que cuando arribó a nuestra tierra el prestigioso catedrático, Vidal Lamíquiz, leonés, quedó negativamente impresionado al comprobar que en Sevilla se estudiaba tradicionalmente el mismo libro de texto de lenguaje que en el resto de las ciudades de España, con la importancia y riqueza que encierran nuestras Hablas y la primacía histórica de Sevilla a la hora de la conformación del español.

Soportamos sin duda, en Andalucía, por ignorancia, tal grado de colonización lingüística a través de los medios audiovisuales de comunicación, que las nuevas generaciones siguen creciendo, tras muchos años de democracia, convencidos todavía” QUE HABLAMOS CASTELLANO, PERO QUE LO HACEMOS MUY MAL.”
Apelamos a la buena voluntad y responsabilidad a la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía para que regule con toda eficacia, lealtad, firmeza y precisión una normativa que haga valorar, estudiar, fomentar y promocionar la forma histórica, ingeniosa, viva, dinámica y creativa que poseen los andaluces , como tesoro lingüístico, a la hora de hablar, llena de un léxico abundante, giros, modismos, numerosos refranes, ingeniosas y sorprendentes comparaciones que nos han de colocar en el justo pedestal que le corresponde por cumplir a la perfección con la función comunicativa, como defiende el catedrático de filología hispánica Miguel Ropero Núñez.

El rey Alfonso XII de Borbón, según escribe José María de Mena, historiador y foníatra de prestigio, sevillano, “se sintió irremediablemente atrapado en las suaves y deliciosas redes de una doncella sevillana, María de las Mercedes, que trascendió su encanto singular por la transparencia de su mirada, la franqueza de su sonrisa, un hálito de bondad y, sobre todo, por el agradable acento andaluz de sus palabras”.

Manuel Alvar López, catedrático y ex director de la Real Academia de la lengua Española, nos dejó escrito: “Hemos pateado toda Andalucía, pueblo a pueblo, y hemops registrado 260 hablas distintas entre Ayamonte (Huelva) y Pulpí (Almería)”.

Esta pluralidad de Hablas, esta diversidad lingüística no hay que contemplarla como una catástrofe, sino todo lo contrario, como algo muy valioso y progresista, La variedad es riqueza, posibilidades múltiples y diferentes de comunicación; constituyen, en definitiva, una clara muestra de nuestro riquísimo acervo lingüístico y patrimonial.
Si acertamos a sentirnos orgullosos de nuestra Habla, impondremos, primero, sorpresa, luego, interés, y finalmente, respeto.

jueves, 3 de septiembre de 2009

IGLESIA Y CULTURA

Después del periodo arriano, finalizado con el reinado de Leovigildo en el año 586, la Iglesia gozó de una posición privilegiada en el siglo largo en que el reino visigodo adoptó el catolicismo. Desde el punto de vista arqueológico acreditan el creciente poder de esta institución en la Bética los restos de edificios religiosos o las noticias que sobre ellos se nos han conservados. Algunos ejemplos son el templo de San Pedro de Alcántara en la Vega del Mar (Málaga), con doble ábside y baptisterio, y la iglesia de Alcaracejos (Córdoba), ambos fechables en la segunda mitad del siglo VI, o los interesantes restos de una iglesia visigoda aparecidos en Almonaster (Huelva), convertida posteriormente en mezquita, y de otra en Alcalá de los Gazules (Cádiz). Allí donde no se han conservado vestigios, la epigrafía nos ilustra sobre la existencia de estos edificios religiosos por toda la Bética, en las actuales provincias de Córdoba, Sevilla, Cádiz, Jaén, Málaga y Granada. Resultan también de sumo interés los restos del baptisterio encontrado en Sevilla, en el Patio de Banderas del Alcázar, y de los del Guijo y el Germo, ambos en Córdoba.

Es sabido que la Iglesia se convirtió en una de las tres fuerzas políticas del reino, junto a la monarquía y a la nobleza, y que el alto clero se asimiló en poder económico y en prestigio social a la aristocracia laica, y fue el depositario de la cultura clásica y el forjador de la cultura germano-latina.

La organización eclesiástica se consolidó a raíz del reinado de Recaredo años 586-601, tomando como elemento básico, dentro de cada provincia, la diócesis. En la de la Bética la sede metropolitana era Híspalis (Sevilla), había otras nueve diócesis sufragáneas: Itálica, Assidonia (Medina Sidonia), Elepla (Niebla), Malaca, Iliberris (Granada), Ástigi (Écija), Corduba, Egabrún (Cabra) y Tucci ( Martos).

Los concilios provinciales que se celebraban presididos por el metropolitano, tenían amplia competencia disciplinar tanto del clero como del pueblo, disputas entre diócesis por el ámbito jurisdiccional, etc, y funcionaban también como tribunales eclesiásticos.

En la Bética se celebraron dos concilios en este periodo en Sevilla: el primero en el año 590, durante el reinado de Recaredo, y el segundo en el año 619, presididos por San Leandro y San Isidoro respectivamente.

El relevante papel desempeñado por la Iglesia en estos siglos radica en su función cultural . En la España visigoda, la instrucción corrió a cargo casi exclusivamente del los eclesiásticos, las antiguas escuelas municipales, sucedieron las eclesiásticas.
Sevilla se convierte en el gran foco cultural del reino desde fines del siglo VI y durante el primer tercio siguiente, modelos de las posteriores de Toledo y Zaragoza..

Desde el último tercio del siglo VII, una serie de contradicciones internas debilitan al imperio visigodo. La pugna entre la monarquía, que intenta por todos los medios fortalecer su poder, y la nobleza, que se esfuerza por mantenerse como pilar básico del reino, produce una aguda inestabilidad política. Las medidas adoptadas contra los judíos y los siervos fugitivos en la legislación de estos últimos años, son índice del profundo desequilibrio socioeconómico, que se vio afectado además por circunstancias de orden coyuntural (malas cosechas, hambres, peste). El fin del reino visigodo acontece con la entrada de los musulmanes pro
cedentes del norte de África, pero lo cierto es que el grave estado de deterioro al que el país había llegado, favoreció decisivamente la conquista islámica.


“Historia de Andalucía”